----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La titiritera

(a mi hijo de ocho meses que quiere comer papel)


Los títeres estaban indignados.

Tanto tiempo había pasado ella moldeando prolijamente sus caras, pintando con detenimiento sus ojos, cosiéndoles las ropitas con los detalles más inútiles en los bolsillos, tanto esfuerzo minucioso…

Y cuando por fin ya eran casi humanos, la titiritera suspendió su mirada en un papel machacado y hecho bollito que contenía una de las posibles historias que protagonizarían esos mismos títeres ya casi humanos.

Esa era la historia que los convertiría por fin en humanos o en seres vivientes, al menos por una hora o bueno un poco menos, o un poco más! ¿Quién sabe, en algún escenario y frente a cuánta gente…?

Pero los títeres tuvieron la desgraciada suerte de observar inmóviles cómo las incógnitas del instante arruinaban su futuro.

La niña miró el papel y enseguida reconoció el rostro avejentado de un vendedor de diario. Era Don Mario por supuesto. Y sí, toda su vida vendiendo la historia de hoy contada por otros… cómo no se iba a transformar él también en historia, la de hoy, la de ayer, la que repiten en las esquinas, la que mejor no contar. Los pliegues inconfundibles de la edad no le impedían aún hoy realizar su trabajo.

Y así rodeada de los más hermosos juguetes, la titiritera gritaba “diariooooo, diariooooo” con un bollo de papel en la mano.

Mariana Kohen