Dedicado
a todos los narradores de cuentos, narradores ocultos en madres,
padres, abuelos y hermanos que inventan historias o cuentan recuerdos
para el deleite de otras generaciones.
En
la época en que la tierra todavía no era redonda,
(dicen
que se parecía más bien a una media luna)
existían
unos curiosos pájaros
que
tenían un rol muy importante.
Generaciones
tras generaciones
mecían
a la tierra, trasladándose de un lado a otro.
Pero
las generaciones jamás se cruzaban
puesto
que estos pájaros solo volaban
una
vez en su vida.
Llegado
el momento emprendían el viaje hacía la otra
punta
del mundo,
se
enamoraban en el aire,
se
enredaban entre ellos embriagados por las alturas,
al
llegar a tierra los machos morían, las hembras lloraban
y
sus lágrimas desencadenaban una extraña fiesta de
partos,
un mar de huevos y lágrimas que limpiaban y
alejaban
a los muertos.
Hasta
que cansadas, las hembras imitaban a los machos y
dejaban
la vida.
Los
nuevos pajaritos nacían sin saber que había sido
antes,
simplemente vivían de aquel lado del mundo
deshabitado,
mientras el tiempo degradaba los rastros
de
existencia que sus padres pájaros habían dejado del
otro
lado del planeta.
Y
les llegaba el momento de volar,
el
deseo los invadía,
y
un día se iban...
Así
generación tras generación,
el
mundo se mecía.
El
mundo se mecía y se dormía.
Mientras
todos los pájaros se preparaban para su gran vuelo, un pájaro
canturreaba entre las rocas y los pastizales.... descubría caminos,
construía refugios nuevos, amanecía cada día en un recoveco
diferente de ese extraño planeta alunado... su paisaje de sueño, su
tierra...
En
una de esas bifurcaciones del camino ese pájaro conoce una tortuga.
Se fascina... Es como si un fragmento de la tierra que más ama,
hubiese cobrado vida para recorrer y recorrerse. Se enamora. La
tortuga descubre el cielo, al mirar hacia arriba, ve al pájaro...
y... Se enamora... se enamora la tierra del cielo... se enamora el
cielo de la tierra...
Se
enamora un pájaro de una tortuga y una tortuga de un pájaro.
Insólito, valiente, un amor que no tiene nada que hacer ... sin
embargo...
Mientras
todos los pájaros se lanzan al abismo de volar, se lanzan a cumplir
su devota misión en este humilde planeta balanceado por pájaros,
este pájaro se enamora y eso lo arraiga a su tierra. Cambiando un
viaje por otro viaje, como un ancla hecha de plumas que no frena
ningún barco, de este lado del planeta un pájaro y una tortuga, del
otro miles de pájaros en la más cruda orgía, avalancha eterna de
la procreación.
De
un lado de la tierra nacen pájaros sin pasado. Del otro y por
primera vez nace la vejez de esta curiosa especie.
El
pájaro envejece junto a su tortuga.
Son
(porque no decirlo...) felices.
Hasta
que la Muerte que rumbeaba de aquel lado del mundo, los separa.
Se
lleva a la tortuga dejando al pájaro que nunca debió ser viejo,
sólo, viejo y arrugado...
Unos
gusanos terrenales de esos que se pasean siempre cerca de la Muerte
andaban también por ahí... Y como titiriteros de la vida deciden
detener al menos por un tiempo, la soledad del pájaro.
Introduciéndose en el caparazón de la difunta y deleitándose del
alimento que hay en su interior, malabarean al cadáver para darle
vida frente a su amado.
El
pájaro envejece conviviendo con su tortuga sin sospechar su partida,
pero los gusanos un día se transforman en crisálidas dejando inerte
la carcasa vacía. La tortuga se queda quieta congelada en el tiempo,
el pájaro se detiene pero la vida insiste en prolongar el tic tac de
su corazón. Cuando más desea la muerte, más se le aleja esta.
De
un lado de la tierra, un pájaro viejo y sólo se deambula perdido
entre los paisajes rocosos, sin poder darle sentido a sus pasos...
Del otro lado del planeta y como tantas otras veces ya, los pájaros
que sólo volaban una vez en su vida se preparan para El Gran Viaje,
propósito eterno de sus simples vidas. Y sucede el balanceo, la
tierra, esa media luna creciente se mece una vez más.
Los
padres desaparecen, las madres se van, y el único pájaro que nunca
alzo vuelo en su vida se encuentra rodeados de huevos fecundos
prestos a romper su cascarón. De los huevos nacen pájaros, del
caparazón vació de una antigua tortuga, mariposas.
El
destino le guardaba a nuestro pájaro anciano un vuelo más ventoso:
el aleteo profundo de la paternidad.
Y
por primera vez en la tierra se encontraron los últimos y los
primeros, y se encontró la gallina y el huevo, como un circulo nuevo
o una hipnótica espiral, las historias, los cuentos y los recuerdos
comenzaron a girar...
De
mano de las anécdotas de un abuelo equivocando caminos o simplemente
de uno que se salió del montón... el mundo cual pelota que se pasa
de mano en mano, se puso a... rebotar....