Reino
de una sola cara
Había una vez un
Reino donde todos los que allí habitaban tenían la misma cara que
el Rey. Todo era armonía puesto que todos tenían la misma cara.
Pero una mañana
el Rey se despertó con extraños deseos y saltando de la cama
exclamó:
“-¡Hoy tengo
que hacer algo!”
-¿Qué?”, le
preguntó un servidor que andaba por ahí (que vale aclarar tenía la
misma cara que el Rey)
A eso el Rey
contestó:
“- ¡Hoy voy a
resolver un conflicto!”
“-¿Cuál?”,
volvió a preguntar el servidor
“-Buena
pregunta…no sé… Búsquenme un conflicto inmediatamente…”
Así fue como el
servidor que tenía la misma cara que el Rey emprendió la búsqueda
del conflicto que el Rey resolvería ese mismo día.
Caminó por unos
poblados cercanos al castillo. Desgraciadamente al preguntar por un
conflicto lo echaban del pueblo de una patada sin mucha explicación.
Aparentemente la gente se ofendía muchísimo cuando el servidor
vislumbraba un posible conflicto. Todos vivían en armonía, ¿por
qué poner esa armonía en cuestión?
El servidor
insistió en otros poblados más alejados del castillo pero
aparentemente ya había corrido la fama de su extraña búsqueda: en
la entrada de cada pueblo habían puesto un representante, que por
supuesto, como todos los demás habitantes tenía la misma cara que
el Rey, para que le avisara a este tal servidor del Rey que no había
conflictos en ese pueblo así que “No entre”.
Caminó entonces
el servidor del Rey por lugares más desiertos y ahí como no había
nada, excepto algunas flores muertas por la sequía, tampoco encontró
conflicto alguno…
Hasta que por fin
pasando por un estanque un poco oloroso, vio que unos peces
revoloteaban misteriosamente junto con unas burbujas de gases y
desechos.
El servidor tuvo
entonces la maravillosa idea de preguntarles a los peces si no le
molestaban los gases y desechos que enmugrecían el río
contaminándolo. Los peces miraron los gases luego los desechos:
tenían la misma cara que el Rey (pero con forma de desecho y gas,
claro…). Los peces se miraron entre ellos: tenían la misma cara
que el Rey (pero con la forma de los peces…, claro.)… entonces
contestaron: “No, no nos molestan, como podrían molestarnos, son
nuestros hermanos, no nos cuesta nada convivir con ellos… si total
es muy probable que nos llegue la muerte pronto a nosotros… para
qué alejarnos de ellos si vamos a morir mañana…”
Los desechos se
bambolearon con una ola y eso simuló un movimiento que los peces
interpretaron como un “Sí, tienen razón, nosotros opinamos
igual”. Los peces se sonrieron, y el servidor del Rey que tenía la
misma cara que el Rey siguió su camino. Tampoco había conflicto en
el estanque…
Luego de caminar
otro buen rato, se topó con unos animales que jugaban con un
mosquito. Naturalmente todos tenían a pesar de su animalitud la
misma cara que el Rey.
Al ver la escena,
el servidor preguntó:
“¿Señores,
tienen ustedes algún conflicto acá? “
“-No, no, para
nada.”, contestaron los animales en masa mientras el mosquito
revoloteaba suplicando:
“-Muchachos,
por favor, ¿los puedo picar? Tengo una hambre de novela, estoy que
me muero todo raquítico y ustedes tan regorchones con toda esa
sangrita… por favor es para alimentar a mis hijos, no es sólo para
mí…lo que comen las larvitas, no se imaginan…”
“-¡Raje de acá
señor mosquito!”, contestó la lechuza,” yo tampoco me como las
ratas y no me quejo…”
“-A mí no me
piqués, mosquita aguja”, apuntó un zorrino. “Yo también me
estoy aguantando de comerme a la lechuza…”
“-No tengo
ganas flaqui, no tengo ganas,” mandó el perezoso sin querer
moverse para no gastar su tanque de energía ya casi vacío…
“-Yo paso, no
quiero ser su cena. Dentro de muy pronto seré la cena de una familia
entera, me entenderá que ese trabajito me conviene más, lo suyo es
una changuita…no es que no me interese pero… no me rinde
monetariamente…”, explicó disculpándose un cerdito.
“-¿Están
seguros de que no hay ningún conflicto?”, volvió a preguntar el
servidor que observaba un poco extraviado la conversación de los
animales.
“-No, NO Y NO”,
contestó el mosquito. “Ya le dijimos aquí no hay ningún
conflicto, todos somos iguales ¿qué pretende de nosotros?
Simplemente una conversación entre amigos, carajo… Si nos disculpa
nos gustaría continuar. Adiós. Porfaaas, compañeros, una picadita
y no se habla más del asunto….aunque la verdad que los comprendo…
antes de donar mi sangre prefiero morirme de hambre…jeje”.
Y el servidor se
fue a buscar problemas a otro lado...
“Parece ser que
encontrar un conflicto es más difícil de lo que yo pensaba…”.
Reflexionando, llegó por fin a una posada un poco extraviada en el
monte. “Se ve que acá no se enteraron de mi existencia… al menos
podré comer algo y descansar un poco…”
Dio la hermosa
casualidad que en esa posada traspapelada entre las montañas y el
valle convivía una mujer con sus dos maridos… El servidor del Rey
nunca había escuchado algo así y esta vez estaba convencido de
poder hallar algún conflicto en esa situación. Por supuesto, los
dos hombres e incluso la mujer tenían todos la misma cara que el
Rey…
Comiendo un
pedazo de jamón que le convidaron, el servidor preguntó a los dos
hombres:
“-¿No les
molesta compartir su mujer con otro hombre?”
A lo cual el
primero y fiel esposo contestó:
“-No la
comparto, yo sé que es a mí a quien ama como a nadie.
-Lo mismo digo
compañero, no hay duda que al que ama es a mí,” dijo
inmediatamente el segundo marido.
“-Pero, ¿¡uno
de los dos debe estar equivocado?! Uno de los dos debe ser menos
querido que el otro, si hay uno más querido, hay otro menos querido…
¿o no?”, replicó el servidor del Rey con una agudeza hasta ahora
desconocida (es que realmente si ahí había algún conflicto no
quería apagarlo por nada en el mundo).
Entonces uno de
los maridos dijo:
“-Por supuesto
… así es.”
Y luego el otro:
“-De eso no hay
duda…”
Y finalmente al
unísono los dos exclamaron con felicidad:
“-Es a mí a
quien ama más que a nadie.”
“Perfecto”,
pensó el servidor. “Se encuentran entonces en conflicto….
¿Desean que el Rey resuelva este problema? “
“-¡No, claro
que no! Contestó uno de ellos frunciendo levemente las cejas. Él
cree que ella lo quiere más que a nadie y más que a mí, pero yo sé
que es a mí a quien ama… “
“-Lo mismo digo
a su respecto, caballero, retrucó el segundo marido, y que cada uno
sea libre de creer lo que quiera… yo me sé amado, muy muy amado!”
Casi moqueando,
el servidor del Rey (con la misma cara que el Rey cuando entristece)
siguió su camino mientras que, sin percibir su retirada, los dos
maridos (que también tenían la misma cara que el Rey) descorchaban
una botella para brindar por la libertad de credo.
Tristemente andaba y andaba el aplicado servidor sin encontrar
conflicto ni entre la más incómoda rendija. Y como el sol ya venía
bajando pensó que lo mejor sería regresar al castillo y confesarle
al Rey que no había conflictos por resolver en su mundo.
Grande fue su
sorpresa al escuchar la alegría que despertaban sus explicaciones
en el Rey, que embriagado por el relato y con ojos desorbitantes,
exclamó:
“-¡¡Eureka,
Eureka!! Mmmm, así que no hay conflictos por resolver en mí mundo…
… ¡qué gran conflicto me has encontrado, querido servidor! He
aquí el más grande desafío para un Rey: ¿qué conflicto puede ser
mayor que el de un Rey que no tiene conflictos que resolver? Pero
pienso resolver este asunto inmediatamente. ¡Ja Ja, sí! Pondré
bombas en un pueblo y diré que fueron los del otro pueblo. Y cuando
estén todos desesperados y se odien entre ellos, resolveré los
conflictos. ¡Ja ja, soy genial! ¡No veo el momento de empezar a
resolver los conflictos de mi gente! ¡Tengo tantas ganas de
ayudarlos!”
Empezaron
entonces a caer bombas de un lado y del otro del reino. Y sin embargo
más allá de las muertes y el dolor, la gente sabía que era el Rey
el que ponía las bombas, y nadie decía nada. La gente no se
peleaba, total iban a morir pronto con tantas bombas en el aire y en
la tierra… ¿Para qué pelear?
Hasta que un día,
un niño encerrado en la panza de una mujer empezó a sacudirse con
tal fuerza que los gritos de la mujer que se la venía bancando
bastante bien superaron los ruidos de las bombas. Cuando la mujer
calló, todo quedó silencioso, los habitantes del mundo todos con
los mismos ojos desorbitados de asombro, e incluso el Rey escucharon
todo ese barullo y los ojos se les salían de la cara…
Fue ese silencio
el que aprovechó el niño encerrado en la panza para hablar y como
todos los que tenían la misma cara que el Rey estaban suspendidos
por el asombro, todos escucharon las palabras de la criatura:
“¡AAAH! Pero
por fin se calla esta mina! No la aguantaba más, sabés cómo la
escucho desde acá dentro… me tengo que bancar todas las
umbilicalidades que habla durante el día. El otro día, ¿qué
dijo?… ¡Ah sí! Eso de que el Rey pone las bombas, ese Rey es una
placenta de abuela… yo no sé cómo hacen para bancarse su jeta, la
verdad que son todos una manga de espermatozoides perdidos que no
hacen ni una fecundación por día, yo no quiero tener la cara de
todos esos úteros frustrados. ¡Yo me hago la mía!”
Y hablando así
con sus manitos que todavía eran más parecidas a patas de rana que
a manos humanas, se fue deformando la cara. Cuando terminó de
moldear su nuevo, nuevísimo rostro, sus manos ya eran manos, estaba
listo: salió al mundo.
Nacía el primer
conflictivo. Nacía una segunda cara y la sociedad temblaba.